viernes, 8 de mayo de 2009

Francisco Brines

Estudió derecho en Deusto, Valencia y Salamanca, y cursó estudios de Filosofía y Letras en Madrid. Está considerado uno de los poetas actuales de más hondo acento elegíaco.
Pertenece a la segunda generación de la posguerra, y junto a Claudio Rodríguez y José Ángel Valente, entre otros, perteneció al grupo conocido como Generación del 50, si bien, a diferencia de la mayoría de los poetas del 50 o del medio siglo, nunca cultivó la poesía social (de la que hay rastros, sin embargo, en su libro El santo inocente, luego llamado Materia narrativa inexacta).
Fue profesor de español en la Universidad de Oxford, y en 1988 revisó y adaptó el texto de "El alcalde de Zalamea", versión que fue estrenada en noviembre del mismo año por la Compañía de Teatro Clásico, y dirigida por José Luís Alonso. En el año 2001 fue nombrado miembro de la Real Academia Española, para ocupar el sillón X, vacante tras el fallecimiento del dramaturgo Antonio Buero Vallejo. Tomó posesión el 21 de mayo de 2006.
Su obra poética, en la que se percibe una evidente influencia de Luis Cernuda, se caracteriza por un tono intimista y por la constante reflexión sobre el paso del tiempo. En su escritura, la infancia aparece como un tiempo mítico, que desconoce la muerte, ligado al espacio de Elca, la casa de la niñez en Oliva. El adulto ha sido expulsado definitivamente del paraíso de la infancia y sólo en algunos momentos (a través del erotismo, de la contemplación de la naturaleza...) el ser humano recupera la plenitud vital experimentada en la niñez y en la juventud. Por todo ello, la memoria desempeña un papel fundamental en su escritura, si bien en sus poemas se deja traslucir la convicción de que ni la poesía ni el recuerdo permiten detener el paso del tiempo y salvar los momentos de plenitud del pasado. En El otoño de las rosas, su libro más valorado por la crítica, se funden el lamento elegiaco y la exaltación vital.
Su escritura, que tiende a un equilibrio clásico y a un tono melancólico, que intenta dominar la angustia ante la muerte mediante una asunción serena de lo inevitable , se nutre no sólo de la influencia de su admirado Luis Cernuda sino también, y en especial, en su primer libro, Las brasas, de la poesía de Juan Ramón Jiménez y del Antonio Machado más intimista. En su libro Aún no, se acerca a la poesía satírica, una línea que el poeta apenas ha cultivado posteriormente.